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De paseo con la cocinera de la poesía

De paseo con la cocinera de la poesía

Belín Castro presenta su segundo libro, ’Ponpón’, en un recorrido entre El Espolón y La Isla trufado de versos, acciones y anécdotas

 A.S.R. / Burgos
Belín se descojona cuando su editor, Javier Ortega, la presenta como el «ama de casa del arte» y alguien entre el público afina un poco más y la denomina «cocinera de la poesía». Entonces las risas se cuelan entre la treintena de personas que ha acudido al café Polisón, punto de partida del paseo-presentación del poemario Ponpón, de Belín Castro, publicado por la Asociación Cultural Vade Ulter Burgos (VUB).
Esta alegría dominará todo el trayecto, que se alarga hasta los Arcos de Castilfalé en el Paseo de La Isla, trufado por recitados y alguna que otra acción. Algunos actores han fallado. No importa. Siempre hay recambio para lanzar los versos al aire.

Hilos y flecos
devano desenredo
con las mis manos
a punto de crear
el Universo
por esta vez a rayas
cálido y aparente
lo que ya no sé
si me vendrá bien
la talla
o si no resultarán
cortas
las mangas.

Suena el poema en medio del llamado Paseo de Marceliano Santa María, con el templete al fondo y más aún las agujas de la Catedral. La autora pone voz a estos primeros versos. Traviesa, avisa que se ha equivocado. Nadie se ha dado cuenta aunque casi todos los espectadores portan en sus manos un ejemplar a modo de misal.
Un punto de nostalgia se agarra al abrigo rojo de la poeta cuando la comitiva para en la zona de los Cuatro Reyes. Recuerda Belín que allí quedaban cuando no podían hacerlo en los bares y apunta a las sangrientas esculturas que pisotean cabezas cortadas a modo de trofeo. Cuenta esta historieta antes de compartir con sus lectores su obsesión por las manos, su pasión y su eterna presencia en su obra poética, también en Ponpón.
 
Aquí estaba mi mano
no sé qué pasa
que te oigo cuando cierro el puño.

Ya no te veo
así que te visto de colores
rojo para hoy que hace frío
verde el que te puse ayer
que era primavera
negro mañana
que no voy a escucharte.

Aquí escondí mi puño
y desde entonces
sueño con piedras.

Próxima parada: Salón Marceliano Santa María. Al final de su paseo, junto a una fuente, detrás de las castañeras. ¿Alguna vez le han susurrado un poema al oído en plena calle y con el abrigo bien amarrado? Fausto y Belín Castro se confabulan para que la respuesta a esta pregunta sea afirmativa. Uno a uno lo hacen.

Con la mano
un deseo
me pones
te pongo.

Con la mano
tiempo
a la mano
para ponernos.

El camino sigue. Entre el Arco de Santa María y el inicio de La Isla la única interrupción que existe es la expectación generada por unas piraguas en el Arlanzón. Paso a paso, la autora habla con unos y otros. Belín Castro está contenta porque su conjuro ha funcionado y unos tímidos rayos de sol han ganado la batalla a las fieras nubes. También porque el paseo está resultando el esperado. Es la misma alegría vislumbrada en Ponpón. La creadora lo confirma. Los 43 poemas de este volumen nacieron en Escocia entre 1999 y 2003. «Fue una época muy especial. Estaba enamorada, vivía en un sitio fantástico, rodeada de un paisaje bárbaro por lo que en estos poemas hablo, fundamentalmente, del amor, la guerra y el medio ambiente, la ecología, porque fueron los años del chapapote», relata con una brizna de amargura final.
Ponpón es el segundo poemario de Castro. Antes, diez años antes, fue Entreabiertas puertas: 3. Y confiesa que ya tiene material suficiente para el tercero.
No hay tiempo para más confidencias. La poesía pide paso.

Oh bella naturaleza
pienso
y miro el bosque
cómo es la línea que rompe
el horizonte.

Qué flores tan sorprendentes
brillando con sus olores
y piso las mierdas
de las ovejas
sorteo conejillos devorados
huevos masacrados
la liebre despanzurrada
(...).

El verde se hará un hueco entre la comitiva. Es el espíritu de La Isla. La escritora dirige sus pasos hacia un pinsapo frente al hospital San Juan de Dios. Saca su vena de artista de acción y a ello se pone antes de dar paso a las siguientes palabras.

Dos extraños árboles
por los cuatro costados
el abrazo en que nos cobijamos
la casa donde vivimos.

Un último decorado espera a esta puesta de largo de Ponpón. Esta escenografía, la de los fotogénicos Arcos de Castilfalé, enmarca a Martín Maeso, que se lanza con uno de los poemas más largos, el que empieza con estos tres versos: Tú no lo sabías / que yo tenía / ganas de ti. La misma que se pone a los pies de la pantomima escenificada por Javier Moradillo y el En mis manos te hago viento...
El telón cae. Ya sólo quedan los aplausos, los agradecimientos. Y el vermú, que es su hora y es domingo.

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